lunes, 23 de marzo de 2009

LAS MIELES Y SINSABORES DEL COMPROMISO.

Continuando con la serie que comencé ayer, ahora me gustaría plasmar lo que pienso acerca de lo que implica comprometerte con alguien.

He escuchado ya varias veces de casos en donde parejas se conocen de mucho tiempo atrás y son verdaderamente sólidas y estables, pero una vez que logran un compromiso mutuo (vivir en un mismo espacio, compartir la misma cama o incluso tener un acuerdo común originado en un registro civil de algún casino en Las Vegas) simple y sencillamente pierden el encanto y la chispa.

¿Por qué los seres humanos le tenemos miedo al compromiso, amorosamente hablando? Pasa que nos enseñaron, al menos en el mundo occidental, a ser monógamos. Partiendo del hecho de que el hombre es “caliente” por naturaleza, no nos cuesta demasiado inferir que al menos el hombre le tiene un pavor bestial a perder su libertad de elección. El dicho de la abuela dice que “para que serle fiel a 1 si se puede hacer feliz a muchas” y es justamente lo que el hombre no puede tolerar. La simple idea de estar atado a una sola persona resulta en muchas ocasiones bastante temerario.

Los problemas empiezan con detalles mínimos: debes programarte para bañarte al despertar porque “tu” regadera ya no solo es tuya sino de quien te acompaña. Ahora tu privacidad es restringida por una segunda en cuestión. Debes negociar de que color vas a pintar las paredes, que parte de la cama te corresponde, que marca de “X” cosa debes comprar y quien se encargará de los quehaceres del hogar.

Sin embargo no todo es malo. Tener a alguien con quien platicar al llegar a casa, acurrucarse en la misma cama, compartir al final del día como te fue, tener un compañero de cena entre otras ventajas hacen pensar que no todo esta perdido.

Entonces la pregunta obligada es ¿Qué tan bueno es el compromiso? ¿Cuándo es el momento oportuno de establecerlo? ¿Existen lineamientos, reglas o características propias que nos indiquen cuando debemos construirlo y cuando no? ¿Debemos establecer ciertas reglas de “individualidad” dentro del acuerdo mutuo de lo que los seres humanos llamamos “pareja”?

El problema de nosotros es que la Testosterona nos vuelve a molestar. Solo que algunos somos mas o menos patanes que otros. Resulta que nos da miedo el compromiso por la perdida de libertad que ello implica. Adiós los fines de semana con los cuates, adiós al coqueteo furtivo en el antro o incluso en el mismo edificio, adiós a la improvisación… A algunos eso resulta bastante apabullante.

Aunado a todo esto, hay mujeres (y hombres, vaya que los hay!!… No solo hay que aventarle la pelotita a ellas) obsesionadas con la idea de tener a alguien a su lado. Y esto se convierte en un problema mayúsculo, porque lejos de disfrutar la etapa del “te conozco – me conoces”, simple y llanamente estamos pensando firmemente en la idea de “como lo amarro”, “es el amor de mi vida”, “ahora si este es el indicado”, “con el quiero pasar el resto de mis días”, “es mi alma gemela”, “me cuesta tanto despedirme de él por las noches porque no resisto un minuto sin él” entre otras tantas frases que echan a perder la emoción, la magia, el momento…

Cuando conocemos a alguien insisto (en mis mas simple y humilde opinión) que no debemos hacer falsas esperanzas ni mucho menos pensar en como amarrar a la persona que en ese momento ha decidido emprender el mismo camino. Debemos conocerla, respetarla, quererla y echarle ganas. El tiempo mismito dirá si es la indicada para pasar “el resto de nuestros días”.

Pienso que el tiempo no es un factor determinante para establecer una relación de compromiso. Antes de cometer una estupidez, creo que es necesario (ahora si!) si realmente es conveniente establecer un convenio mutuo. No es el fin del mundo ni debe sorprender si después del tiempo nos damos cuenta que mas bien somos muy buenos amigos y no pasa mas allá de eso.

Y una vez que sentimos la necesidad de “sentar cabeza”, y analizando la otra cara de la moneda, no debemos pensarlo mil veces. Si estamos seguros que no podemos vivir sin la compañía de la otra persona, es momento de no dejarla ir y comenzar juntos una de las aventuras mas titánicas y padres que hayamos emprendido jamás (bueno, al menos eso me imagino yo)… Pero debo insistir en que todo esto se logra con un sin fin de factores y debo seguir insistiendo que el hecho de iniciar una relación no significa que debamos fijarnos como meta el amarrarl@ para “vivir felices para siempre”

En nuestras manos está hacer del compromiso el complemento ideal para sobrellevar esta vida de una manera mas feliz y divertida, o bien de convertirlo en una soga al cuello para el otr@ o incluso para uno mismo… Que complicada es la monogamia! Y sin embargo sigo convencido de que ser monogámico no es nada malo y es hasta mas gratificante…

Dedicado al compromiso. Dedicado a los acuerdos mutuos. Dedicado a la monogamia y sus implicaciones éticas y filosóficas. Dedicado a mis amigos que han emprendido la aventura de autodescubrirse y a la vez descubrir a quien los acompaña. Dedicado de nuevo al amor que ha decidido ser el motor que impulsa a este loco a escribir locuras sui generis

1 comentario:

MIR dijo...

Creo que hay muchos tipos de compromiso, pero el compromiso sentimental, ese que te une a otra persona por el puro deseo de caminar a su lado, ni siquiera piensas si quieres comprometerte, simplemente ahí estás, sabes que la otra persona nunca te va fallar (no por lo menos con toda la intención) y te comprometes a lo mismo porque tu quieres hacerlo.

Tal vez mi situación emocional actual me haga pensar así, pero realmente yo creo que para R2'r y para mi, compromiso ha sido lo siguiente:

"Mes amis écoutent ce que je dis. Mon meilleur ami découvre ce que je ne dis pas"